CON PACTO PREELECTORAL NO ESTARÍAMOS ASÍ
Como demostré en mi último libro (¿Democracia o Paritocracia?, si en aquellas circunscripciones en las que, con toda probabilidad VOX no iba a obtener escaño hubiera unido sus votos a los que obtuvo el PP hubieran facilitado la asignación de 7 escaños al bloque de la derecha. Esa circunstancia se dio en las provincias de Albacete, Burgos, Logroño y Pontevedra, además de, paradójicamente, en tres de las cuatro provincias catalanas. Unos posibles pactos preelectorales entre PP y VOX en estas circunscripciones, mediante acuerdo o por recomendación de votar al partido con más posibilidades, hubieran cambiado totalmente el resultado final de las elecciones. Al mismo tiempo se podría haber acordado un reparto, más o menos equitativo, de los escaños logrados por la coalición en cada circunscripción. Con esos 7 escaños más, el PP ya con 143 escaños, sumados a los 33 de VOX, se hubieran logrado los 176 que suponen la mayoría absoluta en el Congreso.
De esa manera muchos españoles, incluso numerosos votantes del PSOE, nos hubiéramos podido ahorrar el bochornose espectáculo que dio Pedro Sánchez, vendiendo la unidad de España y prometiendo una inconstitucional amnistía para golpistas y delincuentes varios, además de otras cesiones, muchas de ellas de graves consecuencias para la Nación. El espectáculo de una tragedia teatral dirigida por el prófugo de Waterloo y producida por el indultado Junqueras y la condenada Marta Rovira, cuyo nudo fueron unos humillantes acuerdos que el aún candidato a la investidura firmó con los independentistas de izquierda y de extrema derecha, racistas todos ellos, y cuyo desenlace iba a ser el más peligroso golpe al Estado de Derecho cometido desde 1985 y el fin de la igualdad y la justicia para todos los españoles. Todo ello por un puñado de votos para investir a un personaje que, por mantenerse en el poder, por satisfacer su infinito ego, fue capaz, no solo de mentir, haciendo lo contrario de lo que decía antes y durante la campaña electoral, sino que también se atrevió a vulnerar la Constitución mediante procedimientos de retorcimiento en su interpretación y por la ocupación del Tribunal Constitucional (TC), para justificar los atropellos que estaba cometiendo y que, después ha seguido ha seguido perpetrando.
En definitiva, como he dicho anteriormente, si el PP y VOX hubieran levantado la vista hacia el horizonte y no hubieran confiado tanto en sus propias capacidades, despreciado el talento para la resistencia y el resurgir de su adversario, se podrían haber dado cuenta de que no tenían asegurada la mayoría absoluta para lograr la investidura de Feijóo y que, para conseguirla, les convenía llegar a acuerdos preelectorales en aquellas provincias en las que VOX parecía no poder alcanzar escaño o, como fue el caso de Santa Cruz de Tenerife, no pudieron presentar candidatura, pero en las que su previsible número de votos pudiera ser suficiente para que, sumados a las del PP, se pudiera lograr un escaño más para el bloque de la derecha y con bastantes probabilidades de restárselo al bloque PSOE, SUMAR e, incluso, en el caso de dos circunscripciones catalanas, a algún partido independentista.
Golpe a golpe, verso a verso, ambos partidos, en lugar de dedicarse a la estéril descalificación y mediante el dialogo y la negociación política, podrían haber logrado 176 escaños que, unidos a los de UPN y de CCa, podían haber conformado un bloque de 178 diputados de centro-derecha. Una ajustada mayoría absoluta, que hubiera ahorrado a los españoles el bochorno de ver, al aspirante a presidente del gobierno español, a su más próximo equipo y a un partido que presume de más de cien años de honradez (según su distorsionada visión de la historia), doblar la rodilla ante unos golpistas injustamente indultados o amnistiados, unos delincuentes huidos por una Europa poco colaboradora y ante los herederos de la ETA y esos recolectores de nueces que todavía homenajean al triste y arrepentido Arana. Una mayoría justa pero suficiente como para ahorrarnos futuros despilfarros, leyes y organismos prescindibles, exceso de asesores y de subvenciones inexplicables, etc., etc. En resumen, una ocasión para poner un poco de orden en nuestro macrocéfalo Estado, ajustar el presupuesto y reducir la espantosa deuda pública que amenaza a las siguientes generaciones.
LA TRISTE REALIDAD
Pero nuestro sistema electoral es así y el educativo no colabora, así que la ajustada mayoría lograda entre PSOE y SUMAR, junto a los escaños logrados por los partidos independentistas, los ha llevado a una mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, concretada ahora en lo que yo llamo el “Frente Disolvente”.
Ergo el problema está, en principio, en el Sistema Electoral español que facilita, a unos sobrerrepresentados partidos independentistas, ejercer un continuo chantaje al gobierno de la nación, aprovechando sus escaños en el Congreso, en la cámara que, en lugar de ser la sede de la soberanía nacional, se ha convertido en una suerte de cámara para reivindicaciones territoriales, a menudo de carácter ilegal y planteadas por partidos que en otros países, como por ejemplo Alemania, ni existirían.
Pero, ahondando más, quitándonos de una vez la careta, el problema está en el mismísimo Sistema Político español actual. Un régimen que no da la más mínima posibilidad de control sobre los políticos falaces más que cuatro años después y de manera engañosa. Un régimen en que esos políticos, junto a los periodistas que han olvidado su deontología, trabajan sin descanso para aplicar las medidas adecuadas dirigidas al olvido de aquellos engaños y al aborregamiento social planificado. Por eso, aunque yo consideraba antes que, con el cambio del sistema electoral se podría lograr una regeneración del sistema en general, ahora considero al cambio de la normativa electoral solo la palanca para poder echar a rodar una maquinaria que revolucione todo el sistema completo, desde el educativo al autonómico, pasando por el sanitario. Estamos en un sistema que tampoco cuenta con herramientas eficaces para defenderse de los abusos de un poder ejecutivo invasivo, con tendencias autárquicas; para hacer respetar una Constitución con demasiadas grietas y puertas traseras; para mantener a salvo la independencia del Poder Judicial y de la fiscalía; o para librar al Tribunal Constitucional de una dependencia política vergonzosa, impidiendo la presencia en el mismo de personas que han estado formando parte del gobierno y con evidentes signos de sometimiento a un partido determinado o a su líder.
La actitud del PP, y también de VOX, ante la situación que se vivía en España antes de las elecciones generales del 23 J, era la de mantener sus bizantinas posiciones, de no salir de las respectivas trincheras para negociar. Esa postura ha favorecido que el Frente Disolvente alcanzara su objetivo. El análisis cortoplacista y miope de aquellos erró completamente en sus vaticinios, ni previó la posibilidad, que después se ha demostrado cierta, de que su oponente ya estuviera negociando con los partidos independentistas su investidura. De qué les ha servido a los responsables de ambos partidos los asesores, los estrategas y sus prospectivas. Al final han dejado a la ajustada mayoría de votantes de centro-derecha (8.160.837 + 3.057.000), a los que se podrían sumar los votos de UPN y CCa, con un palmo de narices, compuesta y sin novio. Unos análisis más realistas, más inteligentes y finos y una actitud más dialogante de todos los partido de la derecha y del centro, podían haber incrementado sus posibilidades de obtener una mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. No lo hicieron porque no supieron o por simple orgullo, quizás por falta de un líder que concitara voluntades próximas, no lo sé, pero después se quedaron mordiendo el polvo. El problema es que para los españoles ese polvo se va a convertir, en poco tiempo, en duras piedras y es la responsabilidad de aquellos políticos que no supieron estar a la altura cuando las circunstancias lo exigían, porque la política consiste, entre otras cosas, en saber negociar para aproximar posturas, con la finalidad de lograr un objetivo ineludible y compartido.
Todo sigue igual ahora o, quizás, peor. Por un Frente Disolvente que lleva seis años dando continuos golpes al Estado de Derecho, burlando la Constitución, legislando al gusto de los golpistas fugitivos de la Justicia, unos supuestos “progres” que están dejando en la ruina al país y llevando a los españoles a su nivel más bajo de renta per cápita, unos adalides de la izquierda “caviar”, falsos y corruptos que ensucian el buen nombre la “política” con mayúsculas. Por otro lado, un partido que dice y hace en la UE lo contrario de lo que parece decir aquí, unos líderes de plastilina que no acaban de hacerse con las riendas de un oposición, que no logra sacar del pueblo el ánimo necesario para estar todos los días en las puertas de La Moncloa, mostrando el hartazgo social que se respira por todos los lados. Y otro partido que cambia de rumbo al son de su particular veleta y, a duras penas, surfea la ola que se le ha venido encima desde fuera de nuestras fronteras, pero se muestra incapaz de mantener una apariencia de partido con vocación de gobierno.
A España la hemos metido en una senda de muy dudoso final, camina dando tumbos, zancadilleada y vejada. En ella, sabemos que hay políticos que, si no la odian, la menosprecian o la usan para su beneficio. También conocemos políticos que dicen amarla pero son incapaces de superar, ni siquiera parcialmente, sus egoísmos para ponerse a trabajar por el bien común de los españoles.
Si los partidos actuales no espabilan, aparecerán otros que estén dispuestos a “SERVIR” a los españoles, no a ser servidos; surgirán otros que, sin idea de vivir de la política, tengan la vocación de servicio que les falta a los de ahora. El pueblo, al fin, se dará cuenta de quién “VALE”. De hecho. ya da igual que se pongan o no de acuerdo, el pueblo ya tiene una opción más clara.
DE HECHO YA HA APARECIDO: ES AVANTE 2/3
Un partido que no viene a dividir a la derecha, ni a la izquierda, quiere el voto de la mayoría del pueblo español para revisar la Constitución y trabajar por mejorar el presente de todos los españoles y por el futuro de nuestros hijos y nietos.